Según
información recogida por Twenergy | En 2011, durante la Convención de la American Chemical Society (ACS),
el Dr. Daniel Nocera sorprendía al mundo con la noticia de que su equipo había
desarrollado una “hoja artificial” que generaba energía mediante
fotosíntesis. El invento no era más que una pequeña célula solar formada por
una fina capa de silicio recubierta con catalizadores de níquel y cobalto que
aceleraban las reacciones químicas necesarias para generar
electricidad. Bastaba con sumergirla en agua y exponerla a la luz del sol para
generar la electricidad necesaria para alimentar los electrodomésticos de una
casa estándar.
A diferencia de una célula fotovoltaica, la
energía proporcionada por la “hoja artificial” no se puede usar directamente.
Los catalizadores de la superficie dividen las moléculas de agua en hidrógeno y
oxígeno, que en su estado gaseoso son almacenadas en una pila de combustible,
capaz de producir electricidad lista para el uso. Además,
tiene la particularidad de que se puede almacenar para ser usada durante
la noche.
Sin embargo, no era la primera vez que se
intentaba algo así. El primer proyecto de estas características se desarrolló
10 años atrás, pero no resultó práctico ya que los metales usados eran poco
abundantes en la naturaleza y muy inestables. Conociendo estas ineficiencias,
el Dr. Nocera fabricó la “hoja artificial” con metales baratos y sencillos de
encontrar como el níquel, el cobalto y el silicio consiguiendo, en estudios de
laboratorio, una operatividad en continuo durante 45 horas.
Pero este modelo presentaba un problema: era
necesario que el agua estuviera depurada o de lo contrario, las bacterias
presentes en el agua contaminada creaban una película sobre la placa
que interfería en su eficiencia y, finalmente, terminaban
estropeándola.
La nueva hoja artificial
El proyecto siguió desarrollándose a la espera de
encontrar una solución, y no fue hasta la citada Convención de la ACS cuando el equipo del Dr.
Nocera presentó la nueva versión de su “hoja artificial”. Sorprendentemente,
algunos de los nuevos catalizadores que desarrollaron tenían la capacidad
de auto-repararse, lo que permitía al dispositivo funcionar con agua
no depurada. El procedimiento usado era simple. Bastó con modificar el catalizador
para que parte del mismo se desprendiera creando una superficie rugosa, que
impedía la formación del biofilm sobre la placa.
La “hoja artificial” no es especialmente potente.
Pero, según aseguran sus creadores, su objetivo no era crear el aparato más
eficiente, sino algo duradero y al alcance de todos los bolsillos, que
proporcione energía renovable suficiente a aquellas comunidades que
todavía no tienen acceso a la misma, de una manera rápida y sencilla.
Además, esta nueva hoja ha mejorado sus propiedades.
Con menos de un litro de agua contaminada es capaz de proporcionar
aproximadamente 100 vatios de electricidad durante 24 horas, superando así
todos los registros anteriores.
Energía renovable y
asequible
Este tipo de tecnologías de bajo coste no sólo
ayudarán a mejorar la calidad de vida de los 3 billones de
personas que viven países emergentes o en áreas remotas donde no llega la
electricidad tradicional, sino que también tienen un efecto positivo
sobre el medio ambiente, ya que las emisiones de Gases de
Efecto Invernadero (GEI) derivadas de la producción de energías renovables son
muy inferiores a las generadas por los combustibles fósiles.
En el futuro, una de las prioridades del equipo
desarrollador es integrar el dispositivo con distintas tecnologías, para
convertir el hidrógeno en combustible líquido capaz de hacer
funcionar un generador eléctrico o incluso un coche.
Se prevé que la comercialización de la “hoja
artificial” sea un éxito, ya que con el precio del petróleo
subiendo cada día, los consumidores esperan impacientes una solución asequible.
Y las energías renovables son las destinadas a recoger este testigo.
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